jueves, 14 de noviembre de 2013

En Lekeitio, txipirones


La costa bizkaina alberga algunos de los mayores atractivos de la provincia. Sus playas salvajes con arenas doradas e imponentes olas merecedoras del mayor de los respetos, y sobre todo sus puertos pesqueros. 

Eigurenen jauregitik.
Lekeitio ha sido y es uno de esos lugares con un encanto especial. Cuna de marinos y arrantzales, pelea hoy por mantener ese apego con la mar que impregna sus callejuelas estrechas que arrastran al visitante hacia el puerto, donde se mecen, ordenados, los barcos. Por desgracia, los barcos de pesca son minoría frente a las embarcaciones de recreo. 


La belleza de esta localidad, refugio veraniego de las familias más pudientes de mediados del pasado siglo, acompaña al visitante en su recorrido por el casco antiguo, el puerto, el rompeolas, el renovado faro o la playa, con la isla de San Nicolás al fondo, siempre al fondo, vigilante. 

Alex-eneatik.
Pero no todo va a ser pasear, también habrá que alegrar el paladar. Aunque habrá muchas más propuestas, voy a lanzarme a recoger tres recomendaciones. 

En primer lugar, debo destacar los txipirones del Lehiope. Se trata de un bar situado en Pascual Abaroa Etorbidea. Pese a tener una barra bien surtida de pintxos, su especialidad son los txipirones fritos. Ejemplares de pequeño tamaño, de bocado, pasados por pan rallado y fritos. Sin más. Pero tanta simpleza en su elaboración nunca reportó tanta satisfacción en el paladar. Acompañados de un txakoli fresquito son bocado exquisito. Quien prueba tratará de regresar a Lekeitio aunque solo sea para volver a degustarlos. 

Cuidadito con el aceitillo que desprenden, mmmmm!.
Callejeando por sus cuestas y junto al puerto y la plaza del ayuntamiento se encuentra el bar Metro,
un pequeño local en cuya barra destacan las gildas y los pintxos elaborados con cebolletas, una delicia a decir de quienes los han probado.


Para acabar con las recomendaciones, no me resisto a dejar de nombrar el Makala y sus kubatas, puestos como dios manda, en vaso grande, muy grande, con su zumo natural y los hielos justos. Un colofón, o dos, o los que se tercien, para una jornada redonda. 


Antes o después de probar estas delicias se pueden y deben catar otras de las muchas bondades gastronómicas que esconde Lekeitio, pero eso queda en manos del lector. Al menos ya tiene por dónde empezar. On egin!

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