La costa bizkaina alberga algunos de los mayores atractivos
de la provincia. Sus playas salvajes con arenas doradas e imponentes olas merecedoras
del mayor de los respetos, y sobre todo sus puertos pesqueros.
Eigurenen jauregitik. |
Lekeitio ha sido
y es uno de esos lugares con un encanto especial. Cuna de marinos y
arrantzales, pelea hoy por mantener ese apego con la mar que impregna sus
callejuelas estrechas que arrastran al visitante hacia el puerto, donde se
mecen, ordenados, los barcos. Por desgracia, los barcos de pesca son minoría
frente a las embarcaciones de recreo.
La belleza de esta localidad, refugio veraniego de las familias
más pudientes de mediados del pasado siglo, acompaña al visitante en su
recorrido por el casco antiguo, el puerto, el rompeolas, el renovado faro o la
playa, con la isla de San Nicolás al fondo, siempre al fondo, vigilante.
Alex-eneatik. |
Pero no todo va a ser pasear, también habrá que alegrar el
paladar. Aunque habrá muchas más propuestas, voy a lanzarme a recoger tres
recomendaciones.
En primer lugar, debo destacar los txipirones del Lehiope. Se
trata de un bar situado en Pascual Abaroa Etorbidea. Pese a tener una barra
bien surtida de pintxos, su especialidad son los txipirones fritos. Ejemplares de
pequeño tamaño, de bocado, pasados por pan rallado y fritos. Sin más. Pero
tanta simpleza en su elaboración nunca reportó tanta satisfacción en el
paladar. Acompañados de un txakoli fresquito son bocado exquisito. Quien prueba
tratará de regresar a Lekeitio aunque solo sea para volver a degustarlos.
Cuidadito con el aceitillo que desprenden, mmmmm!. |
Callejeando por sus cuestas y junto al puerto y la plaza del
ayuntamiento se encuentra el bar Metro,
Para acabar con las recomendaciones, no me resisto a dejar
de nombrar el Makala y sus kubatas, puestos como dios manda, en vaso grande,
muy grande, con su zumo natural y los hielos justos. Un colofón, o dos, o los
que se tercien, para una jornada redonda.
Antes o después de probar estas delicias se pueden y deben
catar otras de las muchas bondades gastronómicas que esconde Lekeitio, pero eso
queda en manos del lector. Al menos ya tiene por dónde empezar. On egin!
Esas deliciosas gildas! Podría comer la fuente entera.
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