viernes, 29 de diciembre de 2017

Los Brezos, comer por los ojos

La vista es muy importante a la hora de comer ya que es la primera impresión que tenemos de lo que vamos a degustar. Es la primera señal que recibe el cerebro de lo que tenemos delante. Pero puede ocurrir que nuestros ojos manden señales confusas al cerebro y éste interprete que vamos a comer algo distinto a lo que realmente tenemos delante. Eso es comer por los ojos.


Y eso es lo que intentan, y consiguen, en el restaurante Los Brezos, donde se sirven de los trampantojos para sorprender a los comensales. El trampantojo es una ilusión óptica o trampa con que se engaña a una persona haciéndole creer que ve algo distinto a lo que en realidad ve. Llevado al mundo de la gastronomía, los trampantojos son elaboraciones que juegan visualmente con el comensal, es decir, parece una cosa pero en realidad es otra. El objetivo del chef al elaborar un trampantojo es sorprender al cliente poniendo la máxima creatividad y talento en el plato.


El restaurante Los Brezos se encuentra en San Mamés de Meruelo, en Cantabria, a pocos kilómetros de Noja y cerca de la A-8. Su ubicación, al pie de la carretera y junto a una gasolinera, no hace presagiar lo que se esconde en su interior, un lugar que sorprende por su apuesta gastronómica. Aunque el aspecto visual, su mayor apuesta, ensombrece el apartado gastronómico.

Conviene recordar que es necesario reservar, y aun acudiendo con reserva, a nosotros nos tocó esperar en la barra más de media hora a que nos asignaran mesa. Son detalles que deberían cuidar ya que no es plato de buen gusto soportar tan larga espera, y menos cuando el hambre aprieta.

El menú degustación lo componen diferentes entrantes, pescado y carne. No incluye las bebidas ni el pan, pero si el postre. El precio es de 30 euros sin iva.

A partir de aquí desvelaremos los secretos que esconden los platos de Los Brezos, haremos spoiler, así que si tienes intención de acudir a probar su menú y quieres mantener la intriga, no sigas leyendo, de lo contrario, sigamos adelante.  


Caja de bombones. El primero de los platos se presenta en una caja de bombones. Parecería que quisieran empezar por el postre, pero no, son bombones de queso. Cinco bombones de diferentes quesos, de más suave a más intenso, desde queso untable a otros de con anchoa, frutos rojos o ibéricos. Todos ellos acompañados con picos de pan y tostas de tomate, pasas y cebolla.  



Naranjas de Novales. Probablemente el plato estrella, sin duda el más espectacular. El que acapara todas las miradas, los flashes y los comentarios de los comensales. Los camareros traen un plato con unas naranjas sobre tierra. Todo es apariencia. El plato tiene un hueco en el centro por el que el camarero vierte nitrógeno líquido y el humo se extiende por la mesa creando un ambiente mágico. En realidad la naranja es un bombón de foie y jamón ibérico cubierto de una gelatina. La tierra sobre la que reposa es pan de cebolla y reducción de Pedro Ximenez. Puro espectáculo.  


Maceta con zanahoria. Otra de las sorpresas llega con la maceta y la zanahoria. En un pequeño tiesto presentan lo que parece ser una zanahoria que crece de la tierra. La maceta es lo único real, en su interior alberga un salpicón de marisco con gambas y pulpo troceado, pimiento rojo y verde y aderezado con una ligera mayonesa. La tierra es tinta de calamar deshidratada y la zanahoria un helado de calabaza que se va derritiendo poco a poco.


Risotto de hongos e ibéricos con champiñón. Tras estos tres impactos visuales recobramos la realidad para degustar un risotto de hongos e ibéricos servido sobre un plato de madera. Junto al arroz viene un champiñón, o eso parece, pero en realidad es un helado de queso que se derrite al contacto con el risotto caliente.


Merluza al horno sobre puré de patata y jugo de ibéricos. Estaba bien de cocción y la combinación con el puré es agradable. El jugo de ibéricos puede con el sabor del pescado.


Solomillo de ternera, tierra de foie y ensalada. El trozo de carne, que pedimos al punto, viene acompañado de dos montoncitos de tierra en dos tonos. Una es de foie deshidratado, la otra roja, podría ser de pimientos. El camarero nos indica que debemos poner la tierra de foie sobre la carne para que funda con ella. El solomillo se acompaña además de unos dados de fruta a modo de ensalada.



De postre ¿huevo?  Tras el pescado y la carne, que nos devolvieron a la realidad, volvemos a la fantasía en el postre. Un huevo que no es tal pero que juraríamos que habría salido de una gallina, sobre una cama de hojaldre, galleta y crema de toffe. Al romper el huevo comprobamos que la cáscara es chocolate, y en su interior alberga una crema de queso y mango. Delicioso. Para untar pan.


Cafés. Con el café llega el último de los trampantojos. Acompañando a la taza nos traen una tabla con varias rodajas de fuet o salchichón y unos picos de pan. El café es lo único que es lo que parece. El fuet es chocolate con almendras y el pan helado de almendras. Un colofón perfecto a una comida de fantasía.

La experiencia mereció la pena. Se trata de una buena oportunidad para probar cosas diferentes, donde el chef demuestra su destreza a la hora de elaborar cosas que no son lo que parecen. La sorpresa del comensal es evidente en cada plato y se agradece el esfuerzo por tratar de dejar con la boca abierta al cliente, pero el esfuerzo por tratar de engañar a los sentidos se queda un poco corto en el apartado gastronómico, donde la comida no destaca especialmente.

En resumen, si se está por los alrededores de Noja es recomendable una visita a Los Brezos para dejarse sorprender por su propuesta y prestarse a su juego de ilusiones.

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