lunes, 7 de agosto de 2017

Algarve, playas de ensueño por descubrir

El Algarve es la zona sur de Portugal, cuya costa baña el Océano Atlántico y se caracteriza por sus espectaculares playas. Es por ello que es destino habitual no solo de portugueses, sino también de miles de turistas que buscan el sol y la tranquilidad de sus arenales.



La costa del Algarve abarca una amplia extensión por lo que como es lógico nos quedó mucho por conocer, pero de entre los lugares que descubrimos os vamos a reseñar algunos de los que a nuestro entender merecen ser visitados. Ah, y aunque nos avisaron de que el agua estaría muy fría, fuimos en a finales de junio y nos bañamos en todas y cada una de las playas que visitamos. Así que ánimo.



Situamos nuestro campo base en Portimao, una localidad turística que se divide en dos zonas diferenciadas, el centro urbano y Praia da Rocha. El primero no deja de ser un núcleo urbano de tamaño medio sin mayor atractivo que un par de iglesias y la zona que da a al rio Arade. Y es que el mayor reclamo de Portimao es Praia de Rocha, una espectacular playa en cuyo paseo marítimo se levanta otra ciudad totalmente diferente, plagada de turistas que acuden al reclamo de los hoteles, bares, restaurantes y neones como moscas a la miel.



Pero este no es un plato de nuestro gusto así que de Portimao nos quedamos con el Café Riviera, un local situado en la plaza Largo Heliodoro Salgado 5, en la que nos atendieron de maravilla, nos pusieron unas cervezas frías a muy buen precios, y donde disfrutamos de sus tostas, sándwiches con pan de hogaza con jamón, tomate y queso fundido.



Para comer o cenar sentados, en algún sitio algo más formal, nos recomendaron la Taberna de Portimao, Rua Damiao Rui Faria de Castro 16, en una calle estrecha en la que se suceden los restaurantes. Es un local con solera decorado con numerosos objetos tradicionales portugueses, tanto de pesca como de labranza. Además, tiene multitud de juegos de copas y vasos diferentes esparcidos por todo el local. 



En cuanto a la comida, elegimos pulpo a Lagareiro y bacalao a Lagareiro. Ambos platos eran similares, uno con pulpo y el otro con bacalao y acompañados de lechuga, tomate, patatas asadas y algunas otras verduras cocidas. Bañado en demasiado aceite y el bacalao como recalentado. Sin más.




Al otro lado del río Arade, frenta a Portimao, se encuentra Ferragudo, un pequeño pueblo de pescadores del que escapar del bullicio de la gran ciudad, alejarse de la masificada Praia de Rocha y disfrutar de sus magníficos y no tan visitados arenales.
La Praia do Caneiros es un buen ejemplo de ello. Esta pequeña cala cuenta con poco espacio para aparcar, por lo que merece la pena ir temprano. Una vez allí, sus cuevas y tranquilidad hacen que merezca la pena el madrugón.




Junto a ella, a la derecha, está la Praia do Torrado, y después del faro, Praia do Pintadinho. Ya en el propio de Ferragudo se encuentra la más extensa Praia Grande.



Partiendo de Portimao, pero hacia el otro lado, hacia el Atlántico, está Praia do Vau. Se trata de una sucesión de arenales separadas por grandes rocas pero que la bajamar permite ir recorriendo una tras otra. 



Como la extensión es tan grande no hay problemas de espacio y hay diferentes accesos en los que poder dejar el coche y bajar hasta el agua.




A continuación se encuentra el pueblo de Alvor. Un pequeño enclave con un par de calles estrechas en las que se concentran numerosos locales destinados a los turistas que eligen su inmensa Praia dos tres Irmaos. Es muy recomendable recorrer las marismas de Alvor por los caminos señalizados hasta llegar al faro, mucho mejor si es con marea alta. Regresar por la arena y poder zambullirse cada pocos metros es una gozada.





Siguiendo hacia el Oeste nos encontramos con Lagos. Uno de los pueblos más turísticos de la zona. Sus casco viejo, compuesto por un laberinto de callejuelas estrechas, de casa encaladas y suelos empedrados, invita a los numerosos visitantes a buscar una terraza y disfrutar. Sus calles desembocan en el paseo marítimo que asoma al puerto.
Aquí llegamos atraídos por otra de las recomendaciones gastronómicas que llevábamos apuntadas. Nuestro objetivo era probar la famosa cataplana, plato típico de esta zona de Portugal. Se trata de un guiso a base de pescado, marisco y verduras. Nosotros elegimos la Casinha do Petisco, Rua da Oliveira 51, lugar al que precede la fama en la elaboración de este plato. Y acertamos. A las 14.30 cierran la cocina y llegamos 5 minutos antes de esa hora, así que nos sentamos, pedimos y listos para comer. 



Realmente estaba muy buena, con abundantes langostinos y almejas, y también con abundante cebolla en juliana. La salsa que se forma al cocinar estos ingredientes al vapor es muy sabrosa y es parte esencial del éxito de este plato. Todo ello acompañado de arroz blanco y patatas fritas.




Con el estómago lleno nos dirigimos a visitar otro de los mayores atractivos del Algarve, Ponta de Piedade y sus espectaculares acantilados y rocas ancladas en el mar. 





Posteriormente pasamos por Praia de doña Ana, una cala tranquila y muy coqueta con unas vistas fabulosas. 





Aunque no estuvimos, nos recomendaron también la cercana cala de Don Camilo y su restaurante.
Más aún hacia el Oeste se encuentra el Cabo de San Vicente. Y hasta allí, porque esta es la parte más al Oeste de Europa. 




El faro, guía a los barcos que navegan por el Atlántico, fue considerado el final de la Tierra hace muchos siglos, cuando se desconocía la existencia de América. Finisterre en Galicia y el Cabo de San Vicente en Portugal comparten esa leyenda.





Poco antes del cabo se encuentra el municipio de Sagres, cuyo mayor atractivo es la fortaleza militar que hay a la entrada del pueblo. También es muy visitado por surfistas que buscan las olas de sus playas, aunque fuera de ahí poco se puede destacar un pueblo con tres calles anchas y desiertas por las que sopla el viento a gran velocidad.





Desplazándonos hacia el Este visitamos la ciudad de Faro. Aquí es donde se encuentra el aeropuerto del Algarve. Es una ciudad bastante grande pero agradable para pasear, sobre todo por su caso histórico. Nosotros destacaríamos, ya que solo estuvimos una mañana, la capilla de los huesos




Se trata de una pequeña capilla anexa a la iglesia del Carmen. El templo fue inaugurado en el año 1816 y está construido de los huesos de más de 1.000 monjes carmelitas. Está ubicada atrás de la iglesia y contiene 1.245 calaveras. La entrada a la iglesia es gratis pero acceder a la capilla cuesta 2 euros. Cierran a la 1 para comer, así que hay que darse prisa. 




Un escalofrío te recorre el cuerpo cuando entras en su interior, pero es una visita muy recomendable y difícil de olvidar.



Para recuperarnos de la sensación vivida optamos por tomar un tentenpie en el Maktostas, donde disfrutamos de sus tostas de salmón y atún. 




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