La vista es muy importante a la hora de comer ya que es la primera impresión que tenemos de lo que vamos a degustar. Es la primera señal que recibe el cerebro de lo que tenemos delante. Pero puede
ocurrir que nuestros ojos manden señales confusas al cerebro y éste interprete
que vamos a comer algo distinto a lo que realmente tenemos delante. Eso es comer por los ojos.
Y eso es lo
que intentan, y consiguen, en el restaurante Los Brezos, donde se sirven de los
trampantojos para sorprender a los comensales. El trampantojo es una ilusión
óptica o trampa con que se engaña a una persona haciéndole creer que ve algo
distinto a lo que en realidad ve. Llevado al mundo de la gastronomía, los trampantojos son elaboraciones que juegan visualmente
con el comensal, es decir, parece una cosa pero en realidad es otra. El
objetivo del chef al elaborar un trampantojo es
sorprender al cliente poniendo la máxima creatividad y talento en el plato.
El restaurante Los Brezos se encuentra en San Mamés de
Meruelo, en Cantabria, a pocos kilómetros de Noja y cerca de la A-8. Su
ubicación, al pie de la carretera y junto a una gasolinera, no hace presagiar
lo que se esconde en su interior, un lugar que sorprende por su apuesta
gastronómica. Aunque el aspecto visual, su mayor apuesta, ensombrece el
apartado gastronómico.
Conviene recordar que es necesario reservar, y aun acudiendo
con reserva, a nosotros nos tocó esperar en la barra más de media hora a que
nos asignaran mesa. Son detalles que deberían cuidar ya que no es plato de buen
gusto soportar tan larga espera, y menos cuando el hambre aprieta.
El menú degustación lo componen diferentes entrantes, pescado
y carne. No incluye las bebidas ni el pan, pero si el postre. El precio es de
30 euros sin iva.
A partir de aquí desvelaremos los secretos que esconden los
platos de Los Brezos, haremos spoiler, así que si tienes intención de acudir a
probar su menú y quieres mantener la intriga, no sigas leyendo, de lo
contrario, sigamos adelante.
Caja
de bombones. El primero de los platos se presenta en una caja de
bombones. Parecería que quisieran empezar por el postre, pero no, son bombones
de queso. Cinco bombones de diferentes quesos, de más suave a más intenso,
desde queso untable a otros de con anchoa, frutos rojos o ibéricos. Todos ellos
acompañados con picos de pan y tostas de tomate, pasas y cebolla.
Naranjas de Novales. Probablemente el plato estrella, sin duda el
más espectacular. El que acapara todas las miradas, los flashes y los
comentarios de los comensales. Los camareros traen un plato con unas naranjas
sobre tierra. Todo es apariencia. El plato tiene un hueco en el centro por el
que el camarero vierte nitrógeno líquido y el humo se extiende por la mesa
creando un ambiente mágico. En realidad la naranja es un bombón de foie y jamón
ibérico cubierto de una gelatina. La tierra sobre la que reposa es pan de
cebolla y reducción de Pedro Ximenez. Puro espectáculo.
Maceta
con zanahoria. Otra de las sorpresas llega con la maceta y
la zanahoria. En un pequeño tiesto presentan lo que parece ser una zanahoria
que crece de la tierra. La maceta es lo único real, en su interior alberga un
salpicón de marisco con gambas y pulpo troceado, pimiento rojo y verde y
aderezado con una ligera mayonesa. La tierra es tinta de calamar deshidratada y
la zanahoria un helado de calabaza que se va derritiendo poco a poco.
Risotto
de hongos e ibéricos con champiñón. Tras estos tres impactos visuales recobramos
la realidad para degustar un risotto de hongos e ibéricos servido sobre un
plato de madera. Junto al arroz viene un champiñón, o eso parece, pero en
realidad es un helado de queso que se derrite al contacto con el risotto
caliente.
Merluza
al horno sobre puré de patata y jugo de ibéricos. Estaba bien de cocción y la combinación con el puré es agradable. El jugo de ibéricos puede con
el sabor del pescado.
Solomillo
de ternera, tierra de foie y ensalada. El trozo de carne, que pedimos al punto,
viene acompañado de dos montoncitos de tierra en dos tonos. Una es de foie
deshidratado, la otra roja, podría ser de pimientos. El camarero nos indica que
debemos poner la tierra de foie sobre la carne para que funda con ella. El
solomillo se acompaña además de unos dados de fruta a modo de ensalada.
De
postre ¿huevo? Tras el pescado y la carne, que nos devolvieron
a la realidad, volvemos a la fantasía en el postre. Un huevo que no es tal pero
que juraríamos que habría salido de una gallina, sobre una cama de hojaldre, galleta
y crema de toffe. Al romper el huevo comprobamos que la cáscara es chocolate, y
en su interior alberga una crema de queso y mango. Delicioso. Para untar pan.
Cafés. Con el café llega el último de los
trampantojos. Acompañando a la taza nos traen una tabla con varias rodajas de
fuet o salchichón y unos picos de pan. El café es lo único que es lo que
parece. El fuet es chocolate con almendras y el pan helado de almendras. Un
colofón perfecto a una comida de fantasía.
La experiencia mereció la
pena. Se trata de una buena oportunidad para probar cosas diferentes, donde el
chef demuestra su destreza a la hora de elaborar cosas que no son lo que
parecen. La sorpresa del comensal es evidente en cada plato y se agradece el
esfuerzo por tratar de dejar con la boca abierta al cliente, pero el esfuerzo
por tratar de engañar a los sentidos se queda un poco corto en el apartado
gastronómico, donde la comida no destaca especialmente.
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